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En un momento en el que crece cada vez más la influencia del mundo corporativo en la toma de decisiones de la ONU, 550 OSC, movimientos sociales y universidades han entregado en mano una carta al secretario general de las Naciones Unidas reivindicando el papel de la sociedad civil en la transformación de los sistemas alimentarios.
Las corporaciones de la cadena de producción mundial son principales responsables de la destrucción ecológica, pérdida de la biodiversidad y aumento de las tasas de hambre y malnutrición en el mundo. Estas compañías están detrás de la destrucción anual de 7500 millones de toneladas de tierra cultivable y controlan un mercado que es responsable de la tala de 7,5 millones de hectáreas de bosque. A esto hay que sumar el uso de, al menos, un 90% de combustibles fósiles para la agricultura (y sus correspondientes emisiones GEI). Mientras tanto, las familias agricultoras y los productores/as de alimentos a pequeña escala están detrás del 75% de la producción mundial de alimentos (para consumo humano y no para biocombustibles) a través de prácticas sostenibles ambientalmente.
Y aún así, la ONU sigue contando con el sector privado para solucionar la crisis mundial.
En una carta entregada la semana pasada al secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, 550 organizaciones de sociedad civil (OSC), universidades y movimientos sociales de todo el mundo piden a la ONU que reconsidere la manera en la cumbre será organizada.
El Foro Económico Mundial (FEM), que firmó un acuerdo estratégico con la ONU el pasado mes de junio, pone las oportunidades de la revolución industrial en beneficio de las corporaciones transnacionales y el capital financiero mundial. El papel del FEM como arquitecto de la cumbre sólo nos alejará de las soluciones reales que son necesarias para salir de la actual crisis de los sistemas de alimentación y el cambio climático.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Nutrición (FAO) y el Comité Mundial de Seguridad Alimentaria (CSA) ofrecen un modelo diferente. El CSA es mundialmente conocido por ser el comité más inclusivo y participativo de la ONU, donde los grupos más afectados por el hambre y la malnutrición pueden participar en las decisiones intergubernamentales sobre las mejores políticas del derecho a la alimentación. El CSA está actualmente negociando la creación de unas directrices para los sistemas de alimentación y nutrición, así como recomendaciones de políticas agroecológicas. Ambas abordan seriamente las preocupaciones que persigue la cumbre propuesta por la ONU.
Por su parte, la FAO ha puesto en marcha políticas claramente comprometidas con la sociedad civil, las comunidades indígenas y los productores y productoras de alimentos a pequeña escala. Asimismo, la organización ha lanzado esenciales marcos normativos y procesos para transformar los sistemas alimentarios.
Colocar a estos dos organismos, así como a los gobiernos – sobre todo aquellos de los países más afectados por la inseguridad alimentaria y la crisis climática – al frente de la cumbre, garantizaría una gobernanza alimentaria multilateral e inclusiva.
Con la pandemia de COVID-19, las vulnerabilidades y los riesgos de un sistema alimentario industrial globalizado son más evidentes que nunca. Esto ya no se puede ignorar: la comunidad internacional debe abordar con urgencia los impactos a corto y largo plazo que se esperan sobre el derecho a la alimentación y la nutrición de todos los pueblos, pero particularmente de los sectores más discriminados y marginados de las sociedades. La crisis actual evidencia aún más la necesidad de la transformación de los sistemas alimentarios.
Las OSC han expresado su preocupación por el nombramiento de Agnes Kalibata como enviada especial de la ONU para la cumbre. Como presidenta de la alianza agroindustrial AGRA, su papel en la cumbre daría lugar a un importante conflicto de intereses. Mientras tanto, aumenta el riesgo derivado de la influencia corporativa en la cumbre y se ignora el potencial del papel de los pueblos más afectados por el hambre y la malnutrición, lo que dirigirá la gobernanza alimentaria a un punto antidemocrático.
Puedes leer la carta aquí.
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